martes, 31 de agosto de 2010

Se me enamoran los enanos

No quiero escribir, pero este enano caprichoso, con algunos más de cómplices, se porfían en que yo tenga que hacerlo sin parar. Me dice que de nada sirve el esfuerzo a medias, que si uno no sangra su imaginación deletreando ideas espontáneas en todo momento, se empolvan los bostezos de esta holgazanería.

Sus gritos siempre me aturden cada vez que me quiero escapar de la labor de la pluma, y no se equivoca; una vez que me precipito a este ángulo de afilar la mente, corto los momentos hasta que las hojas quedan violadas en su blancura ansiosa, con el negro pecado de las palabras.

Son muchos los enanos que gobiernan mis decisiones. Hay un enano, que dirige, para cada momento.

El aparato psíquico freudiano es apenas un juego de niños comparado al griterío de oposiciones, confabulaciones y consensos en esta mi vida de las órdenes en mi cabeza.

Ya de grande escuché, de los más ancianos enanos, historias de cómo se van reproduciendo durante la vida. Cada vicio y moralidad que nos influencian de las personas y que nos marcan en cada camino, toman renombre en este soliloquio.

Así, la mentira hace al mentiroso; la maldad al maldito; la humildad al humilde… Podríamos estar infinitos contándolos y haciendo análogos de las partes que hacen a lo que entendemos como dualidades de los defectos y las virtudes.

Es una trama de opiniones, donde todos estallan cuando no hay quórum, devotos de la teoría del uso. Porque dependiendo del contexto hay un diferente plantel, que corresponde a cada situación para sobrellevarla y para sacar el mejor provecho. En estos casos no hay mucha oposición en quienes conforman cada equipo, pero lo que si hay es reclamo; siempre espera el resto el error de cualquier concejo decidido y malogrado de algún grupo.

Tortuoso es el reclamo, si hay flaquezas o si pierden alguna contienda, no hay lugar para las perdidas. Esta harta bifurcación debería de ser, justifican airosos, provechosa artimaña para el victorioso respirar de cada día.

Cuando me despierto y me desperezo, junto con los pequeños remolones de mi conciencia, recién planeo el día a piachere.

Pocas son las veces que un despertador nos molesta para que estemos sincronizados a una obligación, trato de generar que mi responsabilidad tenga nada que ver con el tiempo antojadizo de mi beatifico dormir. Justamente el enano de la responsabilidad, el “responsable”, está totalmente arrinconado por fortachones parientes que le privan de la libertad de explayarse demasiado. Una vez que estoy izado, todos los enanos formados en este patio de mi despertar, discuten el proceder del día. Por ejemplo: si el enano vicioso, tuvo voz en demasía el día anterior, al querer no parar de tomar alcohol contraponiendo las justificaciones del puritano; nadie lo contradice si quiere agua apenas despertamos, es mas, es uno de los primeros que se despierta mientras todos duermen. Empieza con cualquier motivo a despertar a algunos, y al final cuando el ruido se funde en mi soñar abro los ojos sediento.

Algunas veces pretendo poder explicar a la gente que, en realidad, todos tenemos este enjambre de personitas verborrágicas, que difieren en el momento de la indecisión. Solo hay que saber distinguir en la voz de nuestro diálogo interno, la pequeñísima diferencia.

Cuando se repiten insistentes ciertas disuasiones o persuasiones que hacen corresponder a cierto vuelco, de cómo empujan nuestros cometidos de forma absoluta en algunos casos, cuando hay confrontación interna. Por contraste, se puede advertir el carácter y color de cada uno; por los silencios; por lo que disertan; y por la angustia o el tiempo y agitación de su desesperado intento de hacerse escuchar. Ya cuando se empieza a distinguir las particularidades, vemos diferencias: en la emoción, el acento, la capacidad dialéctica, la euforia, el arrebato, la calma… Una vez que entramos en la psicología individual de cada parte, inevitable y pre-juiciosamente, le ponemos el nombre que lo forja inmutable; lo vestimos a gusto. Le damos el característico porte de nuestra exagerada imagen estética que lo representa, con adornos mentales, como el proyectarse andrajoso al vago, fumador pálido perseguido el neurótico o figurarse con bella obviedad y fantochería excesiva al narcisista; al que con cariño los míos le llaman “Narci”.

Algunos amigos, que comparten esta leve locura de creer en esta aldea parlamentaria, opinan como yo cuando hablamos de quienes son merecedores de este despertar de conciencia que da el reconocer los minúsculos roedores en nuestra mente. Porque no todos están preparados para entender esta decodificación de nuestros accionares, no muchos quieren descreer del destino que nos cuentan o de las causalidades propuestas por los efectos de los resultados que percibimos y aceptamos como realidad.

Hay quienes dicen, exagerados, que sabiendo silenciar a los enanos, así como con una torre de babel, se puede llegar y escuchar a dios. Algunos moldeables a la moda cuando se convirtieron al enanismo, injuriaron lo que creían del karma, como conocimiento mitológico o cuento poético del que se tiene que aceptar textualmente para nunca más considerarlo.

Aunque toda creencia se respeta y se adopta (mimetizándose con la de los enanos) en esta gama de senderos que llevaban a la sabiduría; ninguna religión ni conocimiento, que simpatice con la idea de la existencia enanil, puede explicar ni entender el caso de cuándo “la enana” entra al ruedo.

No estamos tratando con el enano afeminado, que en él se ve toda esa parte femenina que tiene el hombre. No. Estamos hablando de una enana echa y derecha, y de el caos que acontece en la comunidad de los bajos. Este desperfecto mental es como un virus a fuerza de sentimentalismo. Rompe las posturas más rígidas, se derrocan grandes ideales de filósofos enanos y ya nadie decide. Todos preguntan y esperan a su vos como única fe.

Es así como las petulancias de estos personajes se modelan y se aplacan. La enana toma el mando de la vida de a quien habite, se hace un harén de petizos.

Así que, cuando se te distraigan con una mujer, entendé que hay peligro de perder el timón de tu ruta. Los enanos se esclavizan a la enana capaz de entrar a tu mente. Igual… no hay posibilidad de avisparse. Cuando todos callan su verdad es que la democracia en ellos implora la tiranía del amor.

jueves, 26 de agosto de 2010

El quebranto del ser huraño

Nunca seré tan retorcido, ni cavilaré engreído, como para reclamar los perdidos momentos que entre los bolsillos rotos de la vida y las hogueras mentales vi extraviarse.
Procuraré la deriva de una ceguera prohibida de lazarillo, donde esta negra destinación de ni siquiera permitirme un álbum grueso y colmado de inventadas felicidades, me quiebre a reclamarle a esta tortura indagada la confesión de mi realidad como fracaso.
Dónde encontrar, en todo o algún caso, un libro de lamentaciones del que pueda abusar con un arrebato en la mano, de tinta color saña, para condenarme desde las sacras escrituras de mi conciencia lacra.
El pecado de ungir la vida en la insensatez; de procrear lástima por estima. Quién puede mitigar este resignado camino de hoy que arruinado se fue corrompiendo por la desgana de miles de descuidos y fallos inseguros.
Me creo un sostenedor de la hipocresía, por que sabiendo que en cada uno vive el mandato de la supervivencia hacia el porvenir alentador, me cerco a sentirme con autos-estacados pánicos. No le proveo ningún tipo de desacato al miedo que domina… como el rey tirano de todas mis decisiones defraudadas, vago por rutas de rutina; como linyera sin anhelos. Asomándome con un relame a ver el plato lleno del otro, y me siento a imaginar el sabor de sus exquisitas tranquilidades, pero como si fuera una película didáctica, aprendiendo de la condescendencia de la realidad que desde lejos con una perspectiva sarcástica sospecha de ella misma por que los protagonistas no dejan de representar el zombi social.
Intentar era un riesgo de caerme, desde que pude elegir ya me sentía cómodo en el fondo de mi mediocridad, con 5 años ese placer de pintar árboles violetas y casas con puertas redondas se aplaco al entender el orden y curso del límite establecido a mi imaginación. Construí diques desde mi infancia para no inundarme con este peligroso desbordar de lo espontáneo.
Mis padres en ese momento tuvieron la maldita ventura (para mi angustia heredada) del otorgarme este silencio inmaculado. Cargando sobre mis hombros todo el peso de sus desdichas y sus impotencias (jamás mi vos tuvo renombre).
Y así, Infante mudo de caprichos imperturbables, la pequeña boca que llevó mi cara, siempre fue útil en solo lo necesario. La repetida afirmación en las verdades ajenas, constaba de un movimiento de cabeza, que en esta corta edad imaginaba como si fuera el golpe que acabaría con el tortuoso molde que forzaban sobre mi incuria. Por que prefería el sometimiento y el acato como canto sin discernimiento, que el inmolarme al dolor del feudo dueño de prometidas violencias; donde el campo abierto por el arado de sus represalias marcaría en mi cuerpo esta cosecha madura y adulta de no pretender reclamo alguno. Nunca crecieron en mí las alas de la dignidad.
Mi adolescencia estaría brotada de conductismo, y aunque esta erupción en mi interior me hostigaba como alergia marcial, me era inmune, gracias a las vacunas que supieron condenarme estos jueces que me dieron la vida.
La escuela que me prohibía las trincheras sentimentales, ponderaba la idea de enseñar y preparar solo al hombre, en mi entorno la presencia machista me intimaba a desconocer la influencia femenina, para ignorar la sensibilidad.
Necesario móvil e imperioso germen que me hubiera despertado, para poder desertar de esta inducción inerte de obediencia.
Soy tan incrédulo, que ni dios tengo, no busco perdón o redención, menos reencarnación torturante, no puedo pensar en estar muerto y pudriéndome, creo no poder ni abonar la tierra, y si creman mi cuerpo estaría la dificultad de todavía ser ceniza.
Quisiera solo desaparecer como una luz que nadie vio y sentirme conforme de no haber exigido, iluminando el parpadeo de una poesía que nadie leyera.
Luz…

Distancias de lugares que elegí sin darme cuenta,
En donde si una vez no pude acarrearme,
La tentación fue apartada del hoy
En el que me oscurezco.

Fue un desatino postrado
En el que viví de desconocidas estancias.

Sin buscar reniego del pasado,
Ni por haber sido extenso.
La necesidad al sentimiento dio lamento
(O exagerada emoción)
De quererme y espectarme
En momentos indefinidos.

El confuso merito a redimir
No siente noción del pensar,
O el visear trémulo e inconstante
Incongruencias indistintas;
Por que sin pugna
El ser se apaga en la indeferencia
Que nos obsequia el punto final
Y el quebranto del ser huraño.

Solo bastó una mirada

Sólo bastó una mirada, fue un placer a primera vista. No estabas sola, pero el mundo de mis sentidos acorralados se fijó en esa promesa de tus ojos.
En el secreto de aquella vista encontré, el labriego campo fértil de todas mis ansias. Al divisar la nostalgia que amedrentaba, con su polar dulzura forjar, desatino de riquísimas profecías en los imaginados porvenires de madrugados momentos que turbé en mi pecho.
El tiempo como artesano de su misericordia y gracia, de mostrarla a ojos perdidos e inferiores, ineptos e inmerecidos observadores de ésta la gran delicia del mundo de las contemplaciones, comulgo mi religión al reparo de abstenerme de cualquier rezo.
El rebelo dicho de sus miradas, llevaron e inundaron en su violenta y musitada transparencia, el pregonar interiormente apetitos rabiosos. Entendí las miserias corpóreas como ilusiones ávidas de sus entregas; proyecté su pupila como altar y redención de sueños y apacibles consuelos de los dolores mas tormentosos; apremiando una pudiente atención a la sombra de la mano de mi necesidad pedigüeña y caprichosa como llanto actuando la congoja peregrina.
El rigor de las hebras que rodean sus ojos, que en cada estruendoso silencio de su pestañar inmóvil, me envolvían al vuelo rapaz de garrearme en su inocencia sagrada, rompieron y amansaron lo rígido de mi desesperado rugir sordo, que tiñe en sangre henchida el ahorque de esta cadena efímera y me esclaviza la ferocidad de carroñar su lindeza.
La euforia de sentirme enjaulando intenciones mundanas para no pecar a la idea de profanar el duelo de ambiciosamente pretender su divinidad, me somete al apacible destruir de mi impotencia… al no poder procurar ni palabra.
Este portal de su alma, que invita a reflejar destinos hartos en delicias intangibles, muda pensamientos nómades al apremiante sedentarismo necesario y prometido de tenerla. Sonroja en su presencia como luz carmesí esta timidez refugiada en lo hondo de mí, y destierra el petulante orgullo del impulso a la conquista por la sumisión reverente a su luz.

Los silencios compartidos no distrajeron los juegos, ni la verdad altiva que me sumergía hasta este techo de tenerme sostenido en el presagio de una nueva existencia, estancia, reveladora de nuestra clandestinidad.
El dejavú de mis visitas me pensaba inquieto al sentir tu distancia. Siempre era yo procurador de nuestros encuentros, nunca seré en vos reclamo en tus no cercanías.
En tanto, los días formaron en mí esa idea fiel de saberte como soldado protector de nuestro lugar. Ese, en el que fundíamos estáticos el amor sordo, sin contactos, ni palabrerías.
Me soñaba y me castigaba en la reverente realidad de entender el imposible de nuestra carente concreción. Y sin saber cuál deguste tendrían las alas de tu vuelo (pensamiento indescifrable) conformé a la convicción de papel en escribirle, con neta seguridad, que las faltas de tus besos hacían, en esta ausencia de mi boca, una tortura necesaria en mí para vivir.
Ésta certeza imposible, la hubiera transitado inagotable. Porque más allá de sólo verte (y sólo verme) lejos de lo normal, es la dulce anomalía empalagaba a todos mis recónditos vacíos.
El tiempo tatuó necesidad de visitarte, me sorprendía lo inamovible de tu ser que repartía en mi desquicio barajas eternas de una victoria infinita. Hasta que un día, con mis ansias cotidianas que desbordaban cada vez en este transitar hipnotizado de tu búsqueda, ignoré a estos colores inmerecidos de mi atención.
Imágenes traslucidas, ilusas ilusiones, torpes intentos, en esta galería ornamental y seno sometido a tus brillos, que “pretendían” en mi imaginario, besar tus pies.
Los sonidos de mis pasos en este mármol lustrado, eran el redoble de tambores que indicaban tu cercanía. Sólo restaba doblar en este recodo donde morían los paisajes colgados.
Cuando llegue al final de este pasillo prometedor, te vi: Quietud divina, embelesada armonía, coqueteando con el destino de mi tortuoso final.
El amor que creí en tus ojos inundaban otros, ajenos.
Con rabia, el desconsuelo se apodero de un giro repentino y sorteó un torbellino en mi integridad. En la huída del infiel desdén moribundo, con un lecho de lágrimas agónicas, escuché la tonada en retirada de mi derrota. Me fui.
Desesperante es el sentir las perdidas, las manos tiritan el frío de la ausencia, el cuerpo se congela en esas ganas de vivir, de hacer, se deja de encomendar porvenir en el futuro, que camina en círculos estáticos.
Y el rumbo… agoniza en los intentos penosos de un dejarse ver; la luz solo esta en ese fuego interior que se come los recuerdos con desenfreno, como la gula de un río crecido que devora las costas.
Los momentos vividos que se fueron sonrojando en cada despedida ocasional, me resuenan al contraste de esta repulsa condena que me deja de noche perpetua. Dicha condena es la de oscurecer las salidas de los soles muertos en este ultimo horizonte, que da sensación de féretro oportuno y decisivo al asomo del de facto gobierno censurador de la reconciliación.

La locura me conversó una única idea, y al aceptarla como veredicto, rompí los recuerdos del reencuentro y del cómo llegué nuevamente al final de este camino, al recodo de tu vislumbre.
Con una trincheta rabiosa en la mano (psicópata caricia repetida), dejé caer una y otra vez en tu imagen. La tela se hendía inverosímil y tu marco estalló al caer al suelo.
Fue un bailar en las incoherencias de los impulsos, apasionando el filo con una extraña ternura que hurgo reiterado en lo inerte.
Rodeado de atónicas personas con repulsa incomprensión de lo que se cometía frente a sus impotencias; la brutal imagen arremetida en lo inesperado de esta pérdida de cabales, paralizo de miedo el entorno. Encantados, los cuerpos que presenciaban el hecho, fueron tardas esculturas inanimadas con la voluntad congelada de injerirse redentores.

Cuando desperté de este ciego celar, advertí que hasta mi sangre te había dado para que puedas sangrar. Entre convulsionadas respiraciones fui sintiendo como se desempañaba mi cordura y al verte desgarrada en el piso, me trague la parte de tus ojos manchados de rojo y advertí –tardío- qué imposible es el amar y el querer tener solo para uno el amor de la mirada de un desconocido cuadro.

Mía culpa

Mis espuelas jamás se clavan en los apuros prematuros de destino si el horizonte esta vestido de asqueada puja a atormentar. Desnudo de percepción, me sosiego en un cavilar paseando por un edén de concreto; aunque si doy real cuenta, en el fondo es más Sodoma que Gomorra… o al revés, incluso ambas.

Algunas veces galopo inquisidor por mi autoestima y me culpo (mía culpa). Mi mente profana rebosada de libertad, en el lugar de la contienda donde las circunstancias de batallar mis monstruos se pierden en el trabajo de la vida, que se mezcla en declararme contento en las cosas que me quito como pesos desbordantes, vela en los dolores. Sin candado ni armas para defenderme se pervierten libertarios mis permisos. Y a quienes opinen que mis actos son meros disimulos de esta visión diferente de ser, les presento mi indiferencia de saberme en el punto y gusto preferido, el del sabor que a al estar en paz con migo mismo las explicaciones mueren en mi seguridad.

No puedo escapar de lo incompleto, por que hasta sueños faltan por soñar, la incertidumbre del porvenir es un ejemplo del no saber si estarás, vos que te decís parte de mi vida.

Permitiste esta certeza irónica y titila la verdad en tu gesto, estrellaste tu inocencia en la malicia del viento que te envuelve y te aconseja con frialdades que abandonas en mis ojos, no entiendo como la flama de estos papeles que contaban una fabula no dan ningún tipo de calor ni rastro de ceniza. Es creciente la fatiga del sufrir que desgasta las suelas de esta paciencia que tanto herró por los caminos de tus enredados laberintos, complicaciones en tu vida que cargue impasible.

Atando heridas, te vas quedando zurciendo lagrimas en tu cornea. Imagen del aguacero constante y cotidiano, llenando un vacío con abandono. Al ser una gota más en esta lluvia de atisbos, hacés que ya no contrastes con el mundo, que ni timbres mis sueños. Pues soy libre en la prisión de encantado a desventurado, de esa vida prometida que optó por parpadear tras la cobardía de callar un silencio que nos dejó un resabio de ruina.

Me dejaste como esa luz en la noche, una simple leyenda de bocas y campos, un puñado de huesos que lucha por iluminar alguna intención o menguar algún recuerdo.

Me vence el encuentro de las nostalgias entre miradas que se pierden donde siempre las descubro. Yo, que trato de atar mi mente a la vida la siniestra emoción se disemina por el tiempo que cae en la cuenta de los sin resultados. Sentado en el enfermo me paro y la salud se contagia, ya nada esta fresco todo madura a colores rancios. El arco del iris, la retina de mentira.

A la vista ya no se la ve por que en estos ojos migran lágrimas ajenas de ese otro cuando me conquisto, y en su dominio malverso me devoro los segundos. Las agujas del pasar de las horas tejen tribulaciones con madejas de desconsuelos. Y ya entregado al antaño penar la locura se aburre de la espera sin nación en el tiempo, no hay lugar ni distancia; la siniestra emoción es brasa en los hombros de todos mis yo y en ese otro que es en mí y que siempre fui, se doblega sin razón.

Este decir de nosotros complementos encaminados, pasó a ser como una pieza de un rompecabezas puesta a la fuerza. No hay reclamos, y la clemencia es una idea fósil que no amerita ni memoria. Que ya se rindió en poder ser titular en este juego del abandono y la adopción, déspota angelical o victima traicionera, solo queda el rastro de alguna vez haber sentido una tímida e insinuada voz.

Este sabor acerbo y penoso, estos henchidos pulmones de tanto humo en esta cantidad insana de cigarrillos que me premio afectado, esta desesperación de escalar en alguna lógica que en su cumbre espera en el clamor de mi deseo una palabra sanadora, me desvirga la incongruencia de esta sangre que escribo en el nombre de este sin olvido.

Cubierto de cenizas vamos sacándole pétalos a las oportunidades calcinadas, con un fuego desganado que abandona esta carrera donde todos pierden. Nos dejamos atrapar en la telaraña de la indiferencia hasta que en el momento del arácnido dolor, retoña nuevamente un ave fénix sin vida, profecía encubierta de querer o no querer dejarla ir.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Silencio en la sala

¿Cuán distraído puede estar el sentimiento que mengúa todo el tiempo dentro de uno.

Fiel y protector, demoro los saltos repentinos; cómo si el cambio de carril emocional accidentara mis temores de perderme prematuro al impulso de no poder conciliar freno.

Cuánta seguridad nos brinda en realidad la vida, si de un portazo se abren las ilusiones al primer encuentro con lo no esperado; si como al descuido me arrebatara los cuidados recelosos y los resguardos confidenciales, a la entrega secreta e incorpórea de querer pronunciar su nombre en toda mañana futura. De qué forma pedir perdón al encanto irrefrenable que me sonríe cada vez que te pienso, en los momentos que te siento acercándote.

Y en un inconfundible dilema de pesos y resistencias, se construye en mi escalofrío el glaciar edificio de mis confusiones… las definiciones pierden su sentido en el juego de embelesar el entendimiento, hasta que narcótico y perseguido, me descubro desbordado de preguntas, rebalsado y nadando en el ahogo de las intrigas que nos sentencian por amores reveladores.

Este silencio en la sala de mi ética, me cavila al precipicio de mis gritos naturales, pero a la vez me remonta a la idea de verme como una situación errada en un impulso que la decepcionaría.

No logro entender por qué tomó el camino del desaliento. Tan lejano me empujó a la impensada sensación del bermejo de sus gustos, donde la impronta quietud es estatismo obligado.

En el momento menos esperado este apocalíptico desengaño, alienta mi cara, mi cuerpo y a mis manos; con mis brazos como en el aire esperando el arropo frágil de cierta luz.

Espejismo que sonríe y se acerca. Te toco y no creo, la fe se derrumba a la realidad de estarte en nuestros brazos.

No puedo modular palabra… no espero las tuyas. ¿Hablarnos sin sentido? No. No prefiero otra cosa más que sin ojos saber que estas cerca; más que sin memoria entender que duele descubrirme indefenso a todo. Sabiendo que el recuerdo colgaría de mi hasta que vuelva a verte ¿Cómo no compartir nimiedades con vos?, ¿Cómo no esperarte intranquilo? Abrazarte en la puerta de mi casa, subir y ver este desconocido sitio en vos, abrumado entero y sin serenidad, con la evidencia en la alegría de tenerte a mi lado.

Compartir todos los descuidos, los mates y las historias que tienes de tus caminos. De tú camino. Recordar las cosas que pasamos, las pocas estancias de nuestros encuentros.

Quisiera reencarnar en tus vidas pasadas, para renacerlas en el decantado soliloquio de mis creencias, en lo que recuerdo como registros de tu pelo. Elegir el peso de las caricias de mis incansables manos gustosas de tus momentos, como puente de este deseo. Esta elección me da a entender que la inseguridad de las promesas internas pesan desvariadas según la promesa, y dependiendo de lo brutal de su incumplimiento.

Y esto, me mancha en un gesto de tratar de convencerte con mesura que este lazo que está en la mano de mi intención es la misma necesidad de figurarme incansable de futuros recuerdos que te brindo mirándote a los ojos. Bebiendo de la anestesia y la vitalidad que me darían tus anhelos y las plegarias en las comisuras de tus placeres mas risueños.

La necesidad de encontrar iluminación en las avecinadas oscuridades de mis temores, se sientan en el medio de la lluvia purificadora de mis cobijos. Desnudo de cuerpo el agua es palabra de consuelo; consejo de no entrever ni imaginar de lado la volcada pena que hace a este lodazal, que me tiñe las venturas de mis pies embarrados por querer refugiarse en esta, tu tierra, donde mis puertas o cerrojos serán meras reminiscencias de mis antiguos custodios de mis impurezas.

Y aplacado por esta pregunta primaria, extasiado de sucesos imaginarios y repentinos, de saber si entenderás este amor puro a tu persona, moro mis noches y visto mi mente de imágenes que suelen distraerse con vos. Es ahí cuando me desvisto los límites en presencia de la sola quedada sensación de confesarme.

Cómo mostrarte esta premonición visceral que retumba como huída al galope. Quién se fijaría en que desconocida ocurrencia encaprichada por los sinsentidos poblaría este ardido deseo de cuidarte hidalgo, qué difícil es recordar en detalle sucesos que pretendan explicar esto que incubo de pronto y golpeando.

Inexplicable verdad despreocupada en la razones, zumba esta musitada real impresión volando por los tímpanos de mis sentimientos que bailotean una melodía extraña y confusa al fin.

En la galería de los instantes, trato al recordarte, ponerles palos a las ruedas del tiempo perceptivo; intento colgarme de los pies de los minutos para que se atrasen y desvíen ese apuro al correr.

La contemplación de los interrogantes, me lleva a un solo destino: Esta meta es mera gresca infantil. Y uno, no puede renegar de las purezas, ni entristecerse los avatares del descreído destino, el solemne deleite de sentir el bienestar de sus sentidos cerca es suficiencia solazada.

Salgo de este nuestro manto de encuentros para elevarnos y las aguas que lloran desde las alturas mojan nada de mí. Sin cuerpo el viento vive en la mansedumbre de su vuelo apagando mis hogueras en la mano de su silbido. Me llama, me aturde, pierdo el equilibrio de mis miedos que me hacen humano inseguro sin sensatez y miento a la sangre comulgando absurdos.

Soy patriarca de un silencio prematuro pero inquieto, innecesarios preludios mí señorío rueda en el giro de mí respiración que se aprisiona hasta casi perder todo oxigeno, no más allá. Pierdo el control de mi norte, por que tropieso en la idea, y lo que encuentro en el suelo de mi seguridad es entender que no hay cardinal, ni meridiano, ni aguja, ni brújula, no hay mapa; solo el sufrido recado, de recordar que desconoce mi dilema, y pensar en una fatal comprensión que contraste en su no entender el puro amor a su persona.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Sentir puro

Cuando creo sentirme en el lugar que la sima me dio con solo mirar a su lado,
El miedo de la altura me desconfía como si mi pequeña voluntad no fuera de fiar,
Con el recuerdo de respirar la tierra que piso, lo alto me marea los sentimientos.

No concuerdo en que cuerda usar y que peso soltar para sentir puro,
Los olores inalterados son de pétalos y polen que hinchan el pulmón de mi memoria,
Mi cuerpo se quiebra en quejidos, melodía de incontables veces escuchada,
Donde la sonrisa del porque y no te entiendo, en veleros de indiferencia navegan.

Ya nada difiere en medida, ni colapso de raíces, ni estrépita dicotomía,
Nadie planto mis intenciones, ni cosecho mis amarguras, todo lo contrario,
El alterado prevenir de mis inconformismos, no solo fueron la elección,
Si no que también fueron culpas y premeditadas soledades de noches y preguntas.

Lo que hoy no esta esclava

Prendemos y aprendemos de nosotros esclavos,
Cadenas desnudan nuestras maneras,
Tu encierro cuando pensabas en mi hombro
Procuraba sanar.

Decisiones de puntos finales
Y malezas de verde y barro
Limpiar sin fuerzas intenté.

La madrugada de nuestra pulsión
Amaneció lo que hoy no esta esclava
Ni yo libertario de penas pueriles.

O a caso la fuerte y aburrida estampida
Agotó la campana,
Donde los números ya infinitos
Durmieron
Cualquier intento.