martes, 31 de agosto de 2010

Se me enamoran los enanos

No quiero escribir, pero este enano caprichoso, con algunos más de cómplices, se porfían en que yo tenga que hacerlo sin parar. Me dice que de nada sirve el esfuerzo a medias, que si uno no sangra su imaginación deletreando ideas espontáneas en todo momento, se empolvan los bostezos de esta holgazanería.

Sus gritos siempre me aturden cada vez que me quiero escapar de la labor de la pluma, y no se equivoca; una vez que me precipito a este ángulo de afilar la mente, corto los momentos hasta que las hojas quedan violadas en su blancura ansiosa, con el negro pecado de las palabras.

Son muchos los enanos que gobiernan mis decisiones. Hay un enano, que dirige, para cada momento.

El aparato psíquico freudiano es apenas un juego de niños comparado al griterío de oposiciones, confabulaciones y consensos en esta mi vida de las órdenes en mi cabeza.

Ya de grande escuché, de los más ancianos enanos, historias de cómo se van reproduciendo durante la vida. Cada vicio y moralidad que nos influencian de las personas y que nos marcan en cada camino, toman renombre en este soliloquio.

Así, la mentira hace al mentiroso; la maldad al maldito; la humildad al humilde… Podríamos estar infinitos contándolos y haciendo análogos de las partes que hacen a lo que entendemos como dualidades de los defectos y las virtudes.

Es una trama de opiniones, donde todos estallan cuando no hay quórum, devotos de la teoría del uso. Porque dependiendo del contexto hay un diferente plantel, que corresponde a cada situación para sobrellevarla y para sacar el mejor provecho. En estos casos no hay mucha oposición en quienes conforman cada equipo, pero lo que si hay es reclamo; siempre espera el resto el error de cualquier concejo decidido y malogrado de algún grupo.

Tortuoso es el reclamo, si hay flaquezas o si pierden alguna contienda, no hay lugar para las perdidas. Esta harta bifurcación debería de ser, justifican airosos, provechosa artimaña para el victorioso respirar de cada día.

Cuando me despierto y me desperezo, junto con los pequeños remolones de mi conciencia, recién planeo el día a piachere.

Pocas son las veces que un despertador nos molesta para que estemos sincronizados a una obligación, trato de generar que mi responsabilidad tenga nada que ver con el tiempo antojadizo de mi beatifico dormir. Justamente el enano de la responsabilidad, el “responsable”, está totalmente arrinconado por fortachones parientes que le privan de la libertad de explayarse demasiado. Una vez que estoy izado, todos los enanos formados en este patio de mi despertar, discuten el proceder del día. Por ejemplo: si el enano vicioso, tuvo voz en demasía el día anterior, al querer no parar de tomar alcohol contraponiendo las justificaciones del puritano; nadie lo contradice si quiere agua apenas despertamos, es mas, es uno de los primeros que se despierta mientras todos duermen. Empieza con cualquier motivo a despertar a algunos, y al final cuando el ruido se funde en mi soñar abro los ojos sediento.

Algunas veces pretendo poder explicar a la gente que, en realidad, todos tenemos este enjambre de personitas verborrágicas, que difieren en el momento de la indecisión. Solo hay que saber distinguir en la voz de nuestro diálogo interno, la pequeñísima diferencia.

Cuando se repiten insistentes ciertas disuasiones o persuasiones que hacen corresponder a cierto vuelco, de cómo empujan nuestros cometidos de forma absoluta en algunos casos, cuando hay confrontación interna. Por contraste, se puede advertir el carácter y color de cada uno; por los silencios; por lo que disertan; y por la angustia o el tiempo y agitación de su desesperado intento de hacerse escuchar. Ya cuando se empieza a distinguir las particularidades, vemos diferencias: en la emoción, el acento, la capacidad dialéctica, la euforia, el arrebato, la calma… Una vez que entramos en la psicología individual de cada parte, inevitable y pre-juiciosamente, le ponemos el nombre que lo forja inmutable; lo vestimos a gusto. Le damos el característico porte de nuestra exagerada imagen estética que lo representa, con adornos mentales, como el proyectarse andrajoso al vago, fumador pálido perseguido el neurótico o figurarse con bella obviedad y fantochería excesiva al narcisista; al que con cariño los míos le llaman “Narci”.

Algunos amigos, que comparten esta leve locura de creer en esta aldea parlamentaria, opinan como yo cuando hablamos de quienes son merecedores de este despertar de conciencia que da el reconocer los minúsculos roedores en nuestra mente. Porque no todos están preparados para entender esta decodificación de nuestros accionares, no muchos quieren descreer del destino que nos cuentan o de las causalidades propuestas por los efectos de los resultados que percibimos y aceptamos como realidad.

Hay quienes dicen, exagerados, que sabiendo silenciar a los enanos, así como con una torre de babel, se puede llegar y escuchar a dios. Algunos moldeables a la moda cuando se convirtieron al enanismo, injuriaron lo que creían del karma, como conocimiento mitológico o cuento poético del que se tiene que aceptar textualmente para nunca más considerarlo.

Aunque toda creencia se respeta y se adopta (mimetizándose con la de los enanos) en esta gama de senderos que llevaban a la sabiduría; ninguna religión ni conocimiento, que simpatice con la idea de la existencia enanil, puede explicar ni entender el caso de cuándo “la enana” entra al ruedo.

No estamos tratando con el enano afeminado, que en él se ve toda esa parte femenina que tiene el hombre. No. Estamos hablando de una enana echa y derecha, y de el caos que acontece en la comunidad de los bajos. Este desperfecto mental es como un virus a fuerza de sentimentalismo. Rompe las posturas más rígidas, se derrocan grandes ideales de filósofos enanos y ya nadie decide. Todos preguntan y esperan a su vos como única fe.

Es así como las petulancias de estos personajes se modelan y se aplacan. La enana toma el mando de la vida de a quien habite, se hace un harén de petizos.

Así que, cuando se te distraigan con una mujer, entendé que hay peligro de perder el timón de tu ruta. Los enanos se esclavizan a la enana capaz de entrar a tu mente. Igual… no hay posibilidad de avisparse. Cuando todos callan su verdad es que la democracia en ellos implora la tiranía del amor.

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